Si el duelo Argentina-Holanda fue una partida de ajedrez a la altura de una semifinal mundialista, es lógico suponer que mañana los entrenadores ensayarán un cabeza a cabeza táctico sin dejar detalles sueltos. De los análisis, profundos y minuciosos, se encargan Sabella y Löw. Por estas horas, los entrenadores desmontan al equipo rival como relojeros. Un engranaje mal puesto al momento de juntar las piezas equivale a perder la hora. Y nadie puede permitirse retrasos en un choque de esta trascendencia. De acuerdo a lo visto hasta el momento, hay cinco pecados que la Selección no puede cometer. Veamos:
1- Perder el orden y el equilibrio: el gol de Müller sumió en tal confusión a Brasil que, cuando se dieron cuenta, ya estaban 0-5. Marcelo se fue al ataque mientras Müller se hacía un picnic a su espalda. David Luiz y Dante quedaron a kilómetros de distancia y los volantes no marcaban a nadie. Alemania no es un equipo que desperdicie esa clase de regalos. Si Argentina recibe un gol, lo peor que puede hacer es desmontar el sistema de juego que haya pergeñado. Por supuesto que la desventaja obliga a adelantarse en el campo, pero eso no equivale a dejar espacios libres ni a alejar las líneas. Orden y equilibrio fueron virtudes que la Selección exhibió ante belgas y holandeses, y son condiciones imprescindibles si se pretende superar a los alemanes.
2- Entrar en el juego del rival: Alemania y Argentina viajan por carriles diferentes de la autopista del fútbol. Los europeos se mueven por la vía rápida, mientras la Selección se siente cómoda cuando consigue poner la pelota bajo la suela, tocar y ralentizar el ritmo del partido. No es una cuestión de velocidad, porque cuando Messi o Di María aceleran son tan rápidos como cualquiera. Se trata de la dinámica que a cada uno le conviene. En cuartos de final de 2010, abajo en el marcador, Argentina intentó devolver golpe por golpe y los alemanes, en su salsa, ganaron 4 a 0. El rival, como el torero, agitará la capa para provocar la embestida. La clave será moverse en la cancha como a Argentina le convenga, sin dejarse tentar.
3- Desconcentrarse: belgas y holandeses fueron víctimas de un bloque defensivo tan metido en el partido que sus figuras quedaron anuladas por completo. Hasta la impotencia, que en los casos de Sneijder y de Robben se tradujo en declaraciones poco felices. De mal perdedor, para ser más enfáticos. El poderío alemán de mitad de cancha en adelante es mayor y merecerá un esfuerzo similar. Müller y Klose están reservados para la última línea, mientras que Ozil y Kroos estarán en la mira de Mascherano y de Biglia. De las subidas de Lahm y de las apariciones sorpresivas de Schweinsteiger y Khedira deberán ocuparse los volantes. Coordinación, solidaridad y justeza en los relevos integran el ABC de la final.
4- Descuidar la batalla aérea: la pelota parada es un arma letal de los alemanes. Además de que les sobran los buenos cabeceadores -Klose, Boateng, Hummels, Schweinsteiger-, el repertorio de jugadas preparadas es extenso. Cuentan con un excelente sistema de distracciones y de cortinas en el área. Así abrió la cuenta Müller ante Brasil. Habrá que estar atentos para contenerlos y también para preocuparlos en ataque. El gol de Rojo contra Nigeria, fruto de una perfecta cortina de Garay, es el camino. El propio Garay estuvo muy cerca de marcar en un par de ocasiones. La precisión de Messi para ejecutar tiros libres y córners es un activo que no puede desdeñarse. No olvidar que el tanto que abrió la final de Argentina-Alemania en 1986 fue un testazo del “Tata” Brown, tras un tiro libre de Burruchaga.
5- Acudir a la cita con la pólvora mojada: no es Alemania un equipo que sufra muchas situaciones de gol, y no han sido tantas las jugadas de peligro elaboradas por la Selección en los últimos tres partidos. En una final, la efectividad debe rozar el 100% y eso implica un esfuerzo extra arriba. ¿De cuántos mano a mano dispondrá Higuaín frente a Neuer? A propósito, ¿no es tiempo de probar al arquero alemán desde lejos, teniendo en cuenta que juega al borde del área grande? La final de la Copa del Mundo es el partido más importante en la vida de un futbolista, y en el casi de Messi con un condimento agregado. Si consigue erigirse en figura y llega al gol, dotará a su formidable carrera del más rico de los blasones. Pasar inadvertido mañana es un pecado que él sabe que no puede cometer.